¿Dónde ha quedado el “queremos acoger”?

24/01/2018

Artículo publicado originalmente en social.cat

¿En qué ha quedado la movilización ciudadana del 18 de febrero de 2017? ¿Y el gran concierto para las personas refugiadas en el Palau Sant Jordi? Miles de personas salimos a la calle para reclamar que queríamos que Catalunya fuese realmente una tierra que acoge a los que huyen de su casa y, al final, todo esto, ha quedado en casi nada. Pero, recordemos, los días van pasando y las personas siguen huyendo de su casa y siguen teniendo el derecho a huir.

Estoy decepcionado, sí, y creo que hace falta que nos enfrentemos a cinco preguntas:

1. ¿Los "refugiados" están llegando?

España tenía un compromiso con la Unión Europea para realojar a 17.337 personas de los campos de refugiados de Grecia e Italia antes del 26 de septiembre de 2017. Este compromiso, como es sabido, se está incumpliendo se está incumpliendo de forma flagrante. Además, en España se concede  el estado de refugiado sólo al 3,4% de los solicitantes de asilo, es decir, a 355 personas durante el 2016. Por lo tanto, es más apropiado hablar de “solicitantes de protección internacional” que de “refugiados”. Mientras que en el 2014 se tramitaron 5.947 solicitudes de protección al Estado español, en el 2015, este número fue más del doble, llegando a las 14.881 solicitudes, en el 2016 fueron 15.755 y este 2017 se ha vuelto ha duplicar hasta ser más de 30.000 las que han llegado por su propio pie a territorio español pidiendo protección.

 

2. ¿Acogemos a estas personas?

Las personas solicitantes de protección internacional tienen el derecho a beneficiarse de un programa de acogida y apoyo que gestiona la Dirección General de Migraciones (Ministerio de Empleo y Seguridad Social). Un programa que acompaña económica y socialmente a las familias durante 18 meses divididos en diferentes fases. ¿Pero es un programa realmente acogedor?

  • No te permite escoger destino, implica que tienes que estar dispuesto a ir a cualquier sitio del territorio español, aunque en alguna ciudad en concreto tengas familiares o conocidos.
  • Te garantiza un recurso residencial durante 6 meses, pero después tendrás que abandonarlo sea cual sea tu situación. No importa si eres una persona licenciada en ingeniería que habla castellano o si eres una persona sola con una carga familiar, sin estudios y problemas psicológicos.
  • Durante los 6 primeros meses no te permiten trabajar, y, por lo tanto, pasada esta primera fase, tendrás que buscar un alojamiento sin poder aportar nóminas. ¿Buscar piso sin nómina, únicamente con el justificante de solicitante de protección internacional? ¡Misión casi imposible!

Por lo tanto, la conclusión es que les acogemos, pero que haría falta acogerles desde una visión más integral, más flexible a las necesidades de cada persona o familia, con un programa menos rígido y evitando incongruencias, como el hecho de que las personas tengan que buscar y pagar un alojamiento en el mismo momento en el que obtienen el permiso para trabajar.

 

3. ¿Concedemos la protección internacional a las personas que lo piden?

Analizando las solicitudes pendientes de resolución y el porcentaje histórico de resoluciones favorables o desfavorables para cada país, del 'Informe de CEAR (Comitè Espanyol d'Ajuda al Refugiat) 'Las personas refugiadas en España y en Europa 2016', no hay lugar para el optimismo, sino para la previsión de un enorme porcentaje de denegaciones. Por ejemplo, en el caso de Ucrania, en el 2016 se resolvieron favorablemente 65 casos y, en cambio, se denegó la protección internacional a 355 personas (esto significa solo un 15% de resoluciones favorables). La alarma es evidente cuando nos fijamos en el siguiente dato: a finales del 2016 había aun más de 5.000 solicitudes de este país pendientes de resolución. Y, seguro, que hoy en día son muchísimas más. Si se mantiene la tendencia en las resoluciones, la situación puede ser dramática.

 

4. ¿Qué impacto tiene la denegación?

La resolución a la solicitud de protección internacional normalmente llega al cabo de dos años, cuando las familias “acogidas” ya tienen los hijos escolarizados, los adultos están trabajando, pagando su alquiler y sus impuestos. O sea, entramos en una gran contradicción: durante el tiempo en el que tarda en resolverse la solicitud de protección, les damos apoyo para que puedan crear un vínculo con la sociedad de acogida y puedan alcanzar la autonomía necesaria para vivir como ciudadanos de pleno derecho. Al recibir la denegación, todo este proceso habrá sido en vano: se convierten en personas en situación irregular, las invitamos a irse de nuestro país, a perder el trabajo, y, por lo tanto, les quitamos cualquier oportunidad de vivir dignamente.

 

5. Con todo esto, ¿qué podemos hacer la ciudadanía?

De entrada, seguir movilizándonos para reclamar cambios en las administraciones públicas, tanto en el número de personas acogidas como en las condiciones con las que acogemos. Podemos, también, apoyar a las entidades que trabajan en este ámbito, ya sea como voluntarios o haciendo donativos. Pero, más allá de esto, en nuestro día a día, especialmente en los casos de personas que son responsables de una empresa o propietarios de un piso, podemos tener un cambio de actitud, dejar de lado los prejuicios y facilitar el acceso al trabajo y a la vivienda de las personas, que son las dos grandes dificultades con las que se encuentran las personas solicitantes de protección internacional en su proceso mientras esperan la resolución.  

 

Teniendo esto en cuenta… ¿Qué queremos decir cuando decimos que somos tierra de acogida?

Me gustaría sentir que realmente somos una ciudad/comunidad/país acogedor. Pero para conseguirlo tenemos que hacerlo entre todas y todos. Desde el gobierno central con tal de facilitar un programa más adaptado a las personas, desde el gobierno autonómico para promover la implicación de todos los agentes del territorio, y desde la misma ciudadanía para continuar movilizándonos y haciendo presión política, permitir y facilitar que los solicitantes de protección internacional puedan acceder a una vivienda y un trabajo dignos, se sientas vecinos y vecinas, se sientan que son bienvenidos y bienvenidas, se sientan que son parte de nosotros.

 

(Artículo escrito por Daniel Ibarz, director de la Fundación Bayt al-Thaqafa)

 

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